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Bøger i Littérature d'Espagne du Siècle d'or à aujourd'hui serien

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  • af William Shakespeare
    133,95 kr.

    VALENTÍN. -Cesa de persuadirme, querido Proteo. La juventud casera tiene siempre gustos caseros. Si un respetable afecto no encadenase tus años mozos a las dulces miradas de tu honorable amada, más bien solicitaría tu compañía para contemplar, lejos de la patria, las maravillas del mundo, pues viviendo la hastiada monotonía del hogar, consumes tu juventud en ociosidades sin relieve. Pero puesto que amas, continúa amando, y sé tan feliz en tus amores como para mí deseo cuando ame a mi vez. PROTEO. -¿De modo que te marchas? Pues ¡adiós!, querido Valentín. Piensa en tu amigo Proteo cuando encuentres algo extraordinario, digno de nota, en tu travesía. Tenme presente en los momentos de dicha, cuando todo vaya bien. Y en tus peligros, si te rodearan, encomienda tus infortunios a mis santas oraciones, pues seré tu rogador, Valentín. VALENTÍN. -¿Y rogarás por mi éxito en un devocionario de amor? PROTEO. -Rogaré por ti en cierto libro que amo. VALENTÍN. -Sin duda, en alguna frívola historia de un amor profundo, en donde se cuente, por ejemplo, cómo el joven Leandro atravesó a nado el Helesponto. PROTEO. -Que es la profunda historia de un sentimiento de los más profundos. ¡Como que Leandro se hundió por considerar el amor por encima de sus zapatos! VALENTÍN. -Es verdad; pero tú has colocado las botas por encima del amor, y todavía no se sabe que pasarás a nado el Helesponto. PROTEO. -¿Por encima de las botas? No me hagas, pues, que dé un bote. VALENTÍN. -No, no lo deseo; he hecho por ti voto de compasión. PROTEO. -¿Por qué? VALENTÍN. -Por estar enamorado. Amar es comprar desprecios con lamentos; miradas de desdén con suspiros de dolor; es cambiar por un instante de placer veinte noches de ansiedades y desvelos. Si se triunfa, cara cuesta la victoria. Si se nos engaña, sólo conservaremos desastres. ¿Qué queda, pues, del amor? Una tontería conseguida a fuerza de ingenio o un ingenio vencido por la tontería o la locura.

  • af Benito Perez Galdos
    228,95 kr.

    Medio siglo era por filo... poco menos. Corría Noviembre de 1850. Lugar de referencia: Madrid, en una de sus más pobres y feas calles, la llamada de Rodas, que sube y baja entre Embajadores y el Rastro.La mañana había sido glacial, destemplada y brumosa la tarde; entró la noche con tinieblas y lluvia, un gotear lento, menudo, sin tregua, como el llanto de las aflicciones que no tienen ni esperanza remota de consuelo. A las diez, la embocadura de la calle de Rodas por la de Embajadores era temerosa, siniestro el espacio que la obscuridad permitía ver entre las dos filas de casas negras, gibosas, mal encaradas. El farol de la esquina dormía en descuidada lobreguez; el inmediato pestañeaba con resplandor agónico; sólo brillaba, despierto y acechante, como bandido plantado en la encrucijada, el que al promedio de la calle alumbra el paso a una mísera vía descendente: la Peña de Francia. Ánimas del Purgatorio andarían de fijo por allí; las vivientes y visibles eran: un ciego que entró en la calle apaleando el suelo; el sereno, cuya presencia en la bajada al Rastro se advirtió por la temblorosa linterna que hacía eses de una en otra puerta, hasta eclipsarse en el despacho de vinos; una mendiga seguida de un perro, al cual se agregó otro can, y siguieron los tres calle abajo... En el momento de mayor soledad, una mujer dobló con decidido paso la esquina de Embajadores, y puso cara y pecho a la siniestra calle, sin vacilación ni recelo, metiéndose por la obscuridad, afrontando animosa las molestias y peligros del suelo, que no eran pocos, pues donde no había charco, había resbaladizas piedras, y aquí y allá objetos abandonados, como cestos rotos o montones de virutas, dispersos bultos que figuraban en la obscuridad perros dormidos o gatos en acecho.

  • af Gonzalez
    228,95 kr.

    EL día 15 de noviembre de 1194, á la hora en que el sol se ocultaba tras los remotos confines del condado de Middlesex, tiñendo con reflejos amarillentos los girones en que se rompía al Occidente el ancho pabellón de nubes que encapotaba el cielo, una galera de altos mástiles y agudas velas navegaba lentamente, ayudada por los remos de cien galeotes, subiendo con dificultad la corriente del Támesis, á dos leguas de distancia de Londres. Sobre el alcázar de popa de esta galera, recostado en un mástil en que apenas ondulaba al débil impulso de una pesada brisa sudeste un pendón rojo, cuyas plegaduras no permitían conocer los detalles del blasón que dejaba notarse de una manera confusa sobre él; apoyado en este mástil, repetimos se veía un hombre de figura atlética, con la mirada fija en la distante ciudad. Rodeábanle otros tres hombres, pero á cierta distancia, sin duda por respeto, que miraban al mismo punto que el primero, con una expresión marcada de impaciencia.

  • af Pierre-Eugène Veber
    228,95 kr.

    En el Liceo Montespan, el despacho de la directora no es severo de aspecto. El limonero del mobiliario, las colgaduras azul de Francia, la luz que cae de una vidriera un poco alta, todo da al decorado la apariencia de un salón de lujo en un paquebote. La directoräla señora Jozielle¿bordea los treinta y cinco años. Aunque famosa por su virtud, que atacaron en vano diez ministros de Instrucción pública, veinte diputados, treinta consejeros municipales y un número incalculable de funcionarios, la señora Jozielle puede pasar por una belleza provocativa; no tiene lentes; luce un vestido azul miosotis; este vestido representa un programa completo, porque es suelto y, por consiguiente, permite adivinarlo todo y no olvidar nada. La directora lo toma todo en serio, hasta las cosas serias; en este momento repasa una carta, cuyos términos no son muy de su agrado. El timbre del teléfono, instalado junto al tintero, tintinea. La directora coge el auricular y, como se hace cuando se telefona, mira vagamente al plinto que hay frente a ella.LA SEÑORA JOZIELLE.¿¡Al habla! ¡Sí...! ¿La señora Labron? ¿Quién es...? ¡Ah..., sí...! ¿La señora que me ha escrito? No pude leer la firma de la carta. ¡Acompáñela hasta aquí...! ¡Sí! Tiene solicitada una visita...Un silencio. La señora directora cuelga de nuevo; levántase a medias para examinar su fisonomía en el lejano espejo que forma parte del plinto. Da unos toquecitos a sus hermosos cabellos rojizos y torna a sentarse; toma un libro de cuentas, que aparenta estudiar con un cuidado afanoso. Llaman; un tiempo, y luego la señora Jozielle dice con acento de fastidio:

  • af TIRSO DE MOLINA
    133,95 kr.

    ATREVIMIENTO: ¡Otra vez me vuelve a dar los brazos, Admiración! ADMIRACIÓN: ¡Bien me la puedes causar, bravo mozo! Con razón te puede el mundo llamar honra suya, que contento vienes; y ¡que, a lo soldado! ¡Bravas plumas das al viento! ATREVIMIENTO: Por mi valor lo he ganado todo. ADMIRACIÓN: Eres Atrevimiento. ¿A qué no te atreverás? ¿De dónde vienes? ATREVIMIENTO: Del cielo; donde no pienso entrar más. ADMIRACIÓN: Pues ¿nacido allá? ATREVIMIENTO: En el suelo desde agora me verás; que aunque del querub nací, que el monte del testamento intentó asaltar por mí, con ser yo el Atrevimiento, como mi padre caí. Echóme de allá la guerra, y así estoy determinado, pues mi patria me destierra, dejarla. ADMIRACIÓN: No es estimado ningún valiente en su tierra. Pero, pues al mundo bajas, ¿qué oficio piensas tener? Porque si en él no trabajas, mal ganarás de comer.

  • af Edmond De Goncourt
    228,95 kr.

    Los éxitos de libros como L'Assommoir y Germinie Lacerteux, que agitan, mueven y acaloran a parte del público, no son, en mi entender, sino lúcidos encuentros de vanguardia; y la gran batalla que decidirá la victoria del realismo, del naturalismo, del estudio tomado del natural en letras, no ha de darse en el terreno elegido por los autores de las novelas susodichas. El día que un escritor de talento renueve la análisis cruel realizada por mi amigo Zola -quizás también por mí-, al pintar las clases ínfimas de la sociedad, y la aplique a la reproducción de hombres y mujeres de elevado rango que respiren ambientes de buena educación y distinción, ese día tan sólo podremos contar entre los difuntos al clasicismo y sus rezagos.Era ambición de mi hermano y mía escribir la novela realista de la elegancia. El Realismo (sirvámonos de la palabra trivial, la palabra- bandera) no tiene por exclusivo encargo describir lo bajo, repulsivo y mal oliente, no; que también ha venido al mundo para grabar en artísticos caracteres lo lindo y fragante, para fijar aspectos y rasgos de seres refinados y objetos ricos, pero mediante un estudio exacto y riguroso, no convencional y fantaseador de la belleza; estudio análogo al que de la fealdad realizó la nueva escuela durante estos años últimos.

  • af Mark Twain
    133,95 kr.

    El Creador estaba sentado en su trono, pensando. A sus espaldas se extendía el ilimitado continente del cielo, impregnado en un glorioso resplandor de luz y color; y ante Él se elevaba, como un muro, la negra noche del Espacio. Su poderosa mole se alzaba hacia el cenit robusta como una montaña coronada por su divina cabeza, que relucía como un sol distante. A sus pies se erguían tres personajes colosales, disminuidos por contraste casi hasta la extinción; eran los arcángeles, cuyas cabezas le llegaban a la altura del tobillo.Cuando el Creador terminó de pensar, dijo: ¿He pensado. ¡Mirad!Levantó la mano y de ella surgió un chorro de fuego pulverizado, un millón de soles fabulosos que hendieron y surcaron la oscuridad, alejándose y alejándose, menguando en tamaño y brillo al penetrar los distantes confines del Espacio, hasta convertirse en minúsculos diamantes refulgiendo bajo la inmensa bóveda del universo.Al cabo de una hora, el Gran Consejo se disolvió.Impresionados y pensativos, los miembros se alejaron de la Presencia y se retiraron a un lugar privado para poder hablar con libertad. Ninguno de los tres parecía dispuesto a iniciar la conversación, prefiriendo que lo hiciera algún otro. Todos deseaban ardientemente discutir el gran acontecimiento, pero no deseaban comprometerse hasta saber cómo lo valoraban los demás. Así que hubo un cruce de palabras vagas y titubeantes sobre temas sin importancia; y aquello se prolongó tediosamente sin llegar a ninguna parte, hasta que finalmente el arcángel Satán se armó de valor ¿cosa de la que estaba sobradamente aprovisionadö y rompió el hielo.

  • af Alexandre Dumas
    133,95 kr.

    A comienzos de marzo del año 1841, viajé a Córcega.Nada hay tan pintoresco ni tan cómodo como viajar a Córcega: se embarca uno en Toulon y en veinte horas se planta en Ajaccio, o, en veinticuatro, en Bastia. Allí se puede uno comprar o alquilar un caballo. Si se alquila, cuesta cinco francos al día; si se compra, ciento cincuenta francos. Y que nadie se ría de lo módico del precio; ese caballo, ya sea alquilado o comprado, hace, como el famoso caballo del gascón que saltaba del Pont Neuf al Sena, cosas que no harían ni Prospero ni Nautilus, aquellos héroes de las carreras de Chantilly y del Champ de Mars. Se pasa por caminos donde el propio Balmat hubiera utilizado crampones, y por puentes donde Auriol hubiera pedido un balancín. Por su parte, el viajero no tiene más que cerrar los ojos y dejar que el caballo haga su trabajo: a este le trae sin cuidado el peligro. Añadamos que con ese caballo que pasa por todas partes, se pueden recorrer quince leguas diarias sin que pida ni de beber ni de comer. De cuando en cuando, mientras el viajero se detiene para visitar un viejo castillo construido por algún gran señor, héroe y jefe de una tradición feudal, o para dibujar una vieja torre levantada por los genoveses, el caballo pela una mata de hierba, monda un árbol o lame una roca cubierta de musgo, y ahí queda la cosa.

  • af Louisa May Alcott
    228,95 kr.

    ¿Jamás hubiera podido creer a quien me pronosticase los cambios ocurridos en este lugar durante los diez últimos años ¿dijo Jo a su hermana Meg. Con orgullo y satisfacción ambas dirigieron una mirada a su alrededor. Luego tomaron asiento en uno de los bancos de la plaza de Plumfield. ¿Así es. Son transformaciones debidas al dinero y a los buenos corazones ¿respondió Meg¿. Tengo la convicción de que el señor Laurence no podía tener mejor monumento que ese colegio, debido a su generosidad. Y mientras esa casa exista perdurará la memoria de tía March. ¿¿Recuerdas, Meg? Cuando niñas creíamos en las hadas. Incluso estábamos preparadas para pedirle ¿si se nos aparecía unä tres cosas. Las que yo quería pedir las he logrado: dinero, fama y afectos ¿dijo Jo, mientras componía su peinado con un gesto que ya de niña le era característico. ¿También se cumplieron mis peticiones y las de Amy. Sería completa nuestra dicha, como un cuento de hadas, si mamá, John y Beth estuvieran aquí ¿la emoción quebró la voz de Meg. ¡Quedaba tan vacío el sitio de la madre! ¿

  • af Roberto Arlt
    273,95 kr.

    El Astrólogo miró alejarse a Erdosain, esperó que éste doblara en la esquina, y entró a la quinta murmurando: ¿Sí¿ pero Lenin sabía adónde iba. Involuntariamente se detuvo frente a la mancha verde del limonero en flor. Blancas nubes triangulares recortaban la perpendicular azul del cielo. Un remolino de insectos negros se combaba junto a la enredadera de la glorieta. Con la punta de su grosero botín el Astrólogo rayó pensativamente la tierra. Mantenía sumergidas las manos en su blusón gris de carpintero, y la frente se le abultaba sobre el ceño, en arduo trabajo de cavilación. Inexpresivamente levantó la vista hasta las nubes. Remurmuró: ¿El diablo sabe adónde vamos. Lenin sí que sabíä Sonó el cencerro que, suspendido de un elástico, servía de llamador en la puerta. El Astrólogo se encaminó a la entrada. Recortada por las tablas de la portezuela, distinguió la silueta de una mujer pelirroja. Se envolvía en un tapado color viruta de madera. El Astrólogo recordó lo que Erdosain le contara referente a la Coja en días anteriores, y avanzó adusto. Cuando se detuvo en la portezuela, Hipólita lo examinó sonriendo. ¿Sin embargo, sus ojos no sonríen¿, pensó el Astrólogo, y al tiempo que abría el candado, ella, por encima de las tablas de la portezuela, exclamó: ¿Buenas tardes. ¿Usted es el Astrólogo? ¿Erdosain ha hecho una imprudenciä, pensó. Luego inclinó la cabeza para seguir escuchando a la mujer que, sin esperar respuesta, prosiguió: ¿Podían poner números en estas calles endiabladas. Me he cansado de tanto preguntar y caminar¿ ¿efectivamente, tenía los zapatos enfangados, aunque ya el barro secábase sobre el cuero¿. Pero qué linda quinta tiene usted. Aquí debe vivir muy bien¿

  • af Honore De Balzac
    228,95 kr.

    La calle del Torniquete de San Juan, cuya descripción pudo parecer fatigante en su tiempo ¿al principio del estudio titulado Una familia doble (ver las Escenas de la vida privada)¿, ese ingenuo detalle del viejo París, sólo tiene hoy esa existencia tipográfica. Para construir la Casa Ayuntamiento tal como se encuentra hoy se destruyó todo un barrio. En 1830, los transeúntes podían aún ver el torniquete pintado en la muestra de un vinatero; pero esa casa fue derruida más tarde. Recordar este servicio no significa anunciar otro del mismo género. ¡Desgraciadamente el viejo París desaparece con espantosa rapidez! Aquí y allá quedarán, ora un tipo de casa medieval, como la que fue descrita al comienzo de El gato que juega a la pelota, y de la que hoy subsisten uno o dos ejemplares; ora la casa que habitaba el juez Popinot, en la calle Fouarre, espécimen de la vieja burguesía. Aquí los restos de la casa de Fulbert; allá las orillas del Sena, construidas bajo Carlos IX. Nueva Old mortality, ¿por qué no ha de salvar el historiador de la sociedad francesa estas curiosas expresiones del pasado, imitando al viejo de Walter Scott, que reparaba las tumbas? Ciertamente, de diez años a esta parte, los gritos de la literatura no han sido vanos: el arte comienza a cubrir con sus flores las innobles fachadas de esas que llaman en París maisons de produit, y a las que Víctor Hugo compara burlonamente con cómodas.

  • af Henry James
    163,95 kr.

    Me confié a la señora Prest; lo cierto es que sin ella mis avances habrían sido muy escasos, pues la idea más provechosa salió de sus labios cordiales. Fue ella quien descubrió la fórmula y desató el nudo gordiano. Se supone que a las mujeres no les resulta fácil alcanzar una perspectiva libre y general de las cosas, de ningún asunto práctico; pero a veces improvisan con singular serenidad una idea audaz, una idea que a ningún hombre se le ocurriría. «Consiga que lo acepten como inquilino». Creo que jamás habría llegado a esta conclusión sin ayuda. Estaba dando palos de ciego; intentaba ser ingenioso, buscaba la combinación de artes que me permitiese entablar relación, cuando la señora Prest me sugirió felizmente que la manera de entablar relación pasaba por integrarme en su círculo más íntimo. Mi amiga no conocía mucho mejor que yo a las señoritas Bordereau; de hecho, llegué de Inglaterra con ciertos datos concluyentes que eran nuevos para ella. Las Bordereau se habían relacionado en el pasado, hacía de eso mucho tiempo, con uno de los grandes personajes del siglo, y vivían ahora recluidas en Venecia, muy modestamente, olvidadas, inalcanzables, en un recóndito y ruinoso palacio. Ésta era, en lo esencial, la impresión de la señora Prest. Ella, por su parte, llevaba alrededor de quince años en la ciudad, donde había realizado un montón de buenas obras; pero la esfera de su bondad nunca abarcó a las tímidas, misteriosas y, para algunos, poco respetables americanas ¿se presumía que en el curso de aquel largo exilio habían perdido su identidad nacional, a lo cual se sumaba un origen francés más remoto, tal como indicaba su apellido que ni pedían favores ni reclamaban atención.

  • af Emilia Pardo Bazán
    218,95 kr.

    Quedaban migajas, no muy añejas aún, del pan de la boda, cuando don Pedro celebró con Julián una conferencia, conviniendo ambos en lo urgente de que el capellán se adelantase a salir a los Pazos para adoptar varias precauciones indispensables y civilizar algo la huronera, mientras no iban a vivirla sus dueños. Julián aceptó la comisión, y entonces el señorito mostró remordimientos o escrúpulos de habérsela encomendado.¿Mire usted¿advirtió¿que allí se necesitan muchas agallas.... Primitivo es hombre de malos hígados, capaz de darle a usted cien vueltas....¿Dios delante. Matar no me matará.¿No lo diga usted dos veces¿insistió el señor de Ulloa, impulsado por voces de su conciencia, que en aquel momento se dejaban oír claras y apremiantes¿. Ya le avisé a usted en otra ocasión de cómo es Primitivo: capaz de cualquier desafuero.... Lo que yo no creo es que vaya a cometer barbaridades por gusto de cometerlas, ni aun en el primer momento, cuando le ciega el deseo de la venganza.... Con todo....No era ésta la única vez que don Pedro manifestaba sagacidad en el conocimiento de caracteres y personas, don esterilizado por la falta de nociones de cultura moral y delicadeza, de ésas que hoy exige la sociedad a quien, mediante el nacimiento, la riqueza o el poder, ocupa en ella lugar preeminente.

  • af H. G. Wells
    228,95 kr.

    Ahora que escribo aquí, sentado entre las sombras de los emparrados bajo el cielo azul de la Italia Meridional, me acuerdo, no sin alguna sorpresa, de que mi participación en las asombrosas aventuras del señor Cavor fue, al fin y al cabo, resultado de una mera casualidad. Lo mismo podía haberle sucedido a cualquier otro. Caí en esas cosas en un momento en que me consideraba libre de la más leve posibilidad de perturbaciones en mi vida. Había ido a Lympne porque me lo había figurado como el lugar del mundo en que sucedieran menos acontecimientos. «¡Aquí, de todos modos ¿me decíä, encontraré tranquilidad y podré trabajar en calma!». Y de allí ha salido este libro, tan diametral es la diferencia entre el destino y los pequeños planes de los hombres. Me parece que debo hacer mención, en estas líneas, de la suerte extremadamente mala que acababa de tener en algunos negocios. Rodeado como estoy ahora de todas las comodidades que da la fortuna, hay cierto lujo en esta confesión que hago de mi pobreza de entonces. Puedo hasta confesar que, en determinada proporción, mis desastres eran atribuibles a mis propios actos. Tal vez haya asuntos para los cuales tenga yo alguna capacidad, pero la dirección de operaciones mercantiles no figura entre ellos. En aquella época era aún joven: hoy lo soy todavía en años, pero las cosas que me han sucedido han desterrado de mi mente algo de la juventud: si en su reemplazo han dejado o no un poco de sabiduría, es cuestión más dudosa.

  • af Victor Hugo
    218,95 kr.

    Vos que jamás viajáis de otro modo más que con el espíritu, yendo de libro en libro, de pensamiento en pensamiento, y nunca de país en país, vos, que pasáis todos los veranos a la sombra de los mismos árboles y todos los inviernos al amor de la misma lumbre, queréis, enseguida que abandono París, que os diga, yo, vagabundo, a vos, solitario, todo cuanto he hecho y todo cuanto he visto. Sea. Obedezco. ¿Lo que he hecho desde anteayer, 18 de julio? Ciento cincuenta leguas en treinta y seis horas. ¿Lo que he visto? He visto Etampes, Orléans, Blois, Tours, Poitiers y Angouléme. ¿Queréis más? ¿Os hacen falta descripciones? ¿Queréis saber lo que son estas ciudades, en qué aspectos se me presentaron, qué cosecha de historia, de arte y poesía he recogido en el camino, todo lo que he visto, en una palabra? Sea. Obedezco de nuevo. Etampes es una maciza torre vislumbrada a la derecha, al crepúsculo, sobre los tejados de una larga calle; oigo a los postillones que dicen; «¿Otra desgracia del ferrocarril? Dos diligencias arrolladas, sus viajeros muertos. La máquina ha arrollado al convoy entre Etampes y Etrechy. Al menos, nosotros no arrollamos».

  • af Bertrand Russell
    133,95 kr.

    ¿Existe algún conocimiento en el mundo que pueda ser tan cierto que ningún hombre razonable pueda dudar de él? Esta pregunta, que a primera vista puede no parecer difícil, es realmente una de las más complicadas que se pueden hacer. Cuando nos damos cuenta de los obstáculos que hay para dar una respuesta directa y confiable a esta pregunta, estamos ya en el camino del estudio de la filosofía ¿ porque la filosofía es, simplemente, el intento de dar respuesta a ese tipo de preguntas, sin premura y sin dogmatismos, tal como se hace en la vida común e inclusive en las ciencias, sino críticamente, después de explorar todo lo que hace de esas preguntas un verdadero rompecabezas y después que nos hayamos percatado de toda la vaguedad y la confusión en las que se basan nuestras ideas comunes.

  • af Pedro Antonio de Alarcón
    133,95 kr.

    Hace algún tiempo que mi amigo Rafael y yo, más enamorados de la muerte que de la vida, dimos un largo paseo por el mar a las altas horas de una tranquila noche de verano, sin otra compañía que la implacable luna, y rigiendo por nosotros mismos un barquichuelo del tamaño de un ataúd.Cansados de remar, y extáticos ante la solemne calma de la Naturaleza, acabamos por abandonar el bote a merced de las olas, confiando en la mansedumbre con que lo acariciaban, o más bien en nuestra mala suerte, que parecía decidida a no ayudarnos a morir.Rafael había cantado una patética barcarola, y cuya letra decía de este modo:«Boga, boga sin recelo, Del remo al impulso blando, Como las almas bogando Van desde la tierra al cielo. Boga, que el viento no zumba Y la mar se duerme en calma; Boga, como boga el alma Desde la cuna a la tumba.»Esta sencilla canción había aumentado la tristeza que nos devoraba; tristeza que en él era ingénita o consubstancial, y que a mí me habían comunicado los libros románticos, algunos hombres sin creencias y las esquiveces de la fortuna...

  • af Ruben Dario
    228,95 kr.

    No se ha hecho mucho comentario sobre L¿Art en silence, de Camilo Mauclair, como era natural. ¡El «Arte en silencio», en el país del ruido! así debía ser. Y pocos libros más llenos de bien, más hermosos y más nobles que éste, fruto de joven, impregnado de un perfume de cordura y de un sabor de siglos. Al leerle, he aquí el espectáculo que se ha presentado a mi imaginación: un campo inmenso y preparado para la labor; un día en su más bello instante, y un labrador matinal que empuja fuertemente su arado, orgulloso de que su virtud triptolémica trae consigo la seguridad de la hora de paz y de fecundidad de mañana. En la confusión de tentativas, en la lucha de tendencias, entre los juglarismos de mal convencidos apóstoles y la imitación de titubeantes sectarios, la voz de este digno trabajador, de este sincero intelectual, en el absoluto sentido del vocablo, es de una transcendental vibración. No puede haber profesión de fe más transparente, más noble y más generosa.

  • af Lope de Vega
    133,95 kr.

  • af Francisco de Quevedo
    218,95 kr.

    Refiérese, no sé si por modo de cuento gratioso y ficticio, que estando una vez muy enfermo un soldado muy preciado de cortés y ladino, entre muchas de sus oraciones, pregarias y protestaciones que hacía, finalmente vino a rematarlas diciendo: -Y Dios me libre de las manos del señor Diablo-, tratándole siempre con esta cortesía todas las veces que le nombraba. Reparó en esto último uno de los circunstantes, preguntándole juntamente luego por qué llamaba señor al diablo, siendo la más vil criatura del mundo. A que respondió tan presto el enfermo diciendo: -¿Qué pierde el hombre en ser bien criado? ¿Qué sé yo a quién habré de menester ni en qué manos he de dar? Digo esto, señor lector, porque supuesto que nuestra lengua vulgar, a diferencia de la latina, tiene un vuesa merced y otros varios títulos, mayormente cuando no se conoce la calidad y estado de la persona con quien se habla, por no parecer a nadie descortés, y por el consiguiente, malquisto y aborrecido de todos, me ha parecido tratar a v. m. con este lenguaje y término, bien diferente de cuantos yo he podido ver en todos los prólogos de los libros al lector escritos en romance, donde tratan a v. m. con un tú redondo, que si no arguye mucha amistad y familiaridad, por fuerza ha de ser argumento de que quien habla es superior y mandón, y a quien se habla inferior y criado.

  • af José María Blanco White
    133,95 kr.

    Bien quisiera yo, amigos lectores españoles, tener la pluma de Cervantes para con ella ganar vuestra benevolencia en favor de la narración que me propongo escribir. Pero, aunque el mismo suelo y cielo vieron nacer al célebre ingenio que ha sido y será por siglos la admiración de Europa y al oscuro individuo que esto escribe, la naturaleza dotó al uno con sus mejores dones y dejó al otro, si no desheredado enteramente, a lo más con un corto patrimonio en la república de las letras. Añádase a esto una ausencia de treinta años que casi lo han hecho extranjero en su patria, y no será difícil conjeturar con qué poca confianza emprende, enfermo y casi moribundo, la composición de una obra en español.Pronto, me temo, vendrán muchos a preguntarme: ¿por qué la emprendes? A esta pregunta responderé diciendo que la naturaleza es más poderosa que la costumbre y que es ley bien conocida de la condición humana que, a medida que envejecemos, se rejuvenecen las impresiones de la niñez y de los verdes años. Nada, paisanos míos: me empecé a convencer, algunos años ha, que había entrado dentro de los términos de la vejez con el perpetuo revivir que noté en mí de imágenes y memorias españolas. Hasta mis sueños, que por muchos años habían sido, por decirlo así, en mi lengua adoptiva, comenzaron a mezclar con el otro idioma el castellano. Desde entonces he sentido un vivo deseo de probar si el cielo me concedería, en el corto espacio que me puede quedar de vida, la satisfacción de dejar siquiera una obrita a España en que sus hijos hallasen tal cual entretenimiento unido con algún provecho.

  • af Jonathan Swift
    228,95 kr.

    Mi padre tenía una pequeña hacienda en Nottinghamshire. De cinco hijos, yo era el tercero. Me mandó al Colegio Emanuel, de Cambridge, teniendo yo catorce años, y allí residí tres, seriamente aplicado a mis estudios pero como mi sostenimiento, aun siendo mi pensión muy corta, representaba una carga demasiado grande para una tan reducida fortuna, entré de aprendiz con míster James Bates, eminente cirujano de Londres, con quien estuve cuatro años, y con pequeñas cantidades que mi padre me enviaba de vez en cuando fui aprendiendo navegación y otras partes de las Matemáticas, útiles a quien ha de viajar, pues siempre creí que, más tarde o más temprano, viajar sería mi suerte. Cuando dejé a míster Bates, volví al lado de mi padre allí, con su ayuda, la de mi tío Juan y la de algún otro pariente, conseguí cuarenta libras y la promesa de treinta al año para mi sostenimiento en Leida. En este último punto estudié Física dos años y siete meses, seguro de que me sería útil en largas travesías. Poco después de mi regreso de Leida, por recomendación de mi buen maestro míster Bates, me coloqué de médico en el Swallow, barco mandado por el capitán Abraham Panell, con quien en tres años y medio hice un viaje o dos a Oriente y varios a otros puntos. Al volver decidí establecerme en Londres, propósito en que me animó míster Bates, mi maestro, por quien fui recomendado a algunos clientes. Alquilé parte de una casa pequeña en la Old Jewry y como me aconsejasen tomar estado, me casé con mistress Mary Burton, hija segunda de míster Edmund Burton, vendedor de medias de Newgate Street, y con ella recibí cuatrocientas libras como dote.

  • af Friedrich Engels
    133,95 kr.

    Un espectro se cierne sobre Europa: el espectro del comunismo. Contra este espectro se han conjurado en santa jauría todas las potencias de la vieja Europa, el Papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes. No hay un solo partido de oposición a quien los adversarios gobernantes no motejen de comunista, ni un solo partido de oposición que no lance al rostro de las oposiciones más avanzadas, lo mismo que a los enemigos reaccionarios, la acusación estigmatizante de comunismo.De este hecho se desprenden dos consecuencias: La primera es que el comunismo se halla ya reconocido como una potencia por todas las potencias europeas.La segunda, que es ya hora de que los comunistas expresen a la luz del día y ante el mundo entero sus ideas, sus tendencias, sus aspiraciones, saliendo así al paso de esa leyenda del espectro comunista con un manifiesto de su partido.Con este fin se han congregado en Londres los representantes comunistas de diferentes países y redactado el siguiente Manifiesto, que aparecerá en lengua inglesa, francesa, alemana, italiana, flamenca y danesa.

  • af Ramón de la Cruz
    133,95 kr.

    MEDIODIENTE O te he de echar las tripas por la boca o hemos de ver quien tiene la peseta.SABASTIÁN Aguarda, Mediodiente.TÍA Pues ¿qué es esto? CHIRIPA ¿Cómo no miran quién está a la puerta de la taberna y salen con más modo, y no que por un tris no van la mesa y las castañas con dos mil demonios? MEDIODIENTE Los héroes como yo, cuando pelean, no reparan en mesas ni en castañas. TÍA Yo te aseguro... CHIRIPA SABASTIÁN Moderaos, princesa, pues, si no me equivoco, el tío Matute con su gente y sus armas ya se acerca,

  • af José Echegaray
    228,95 kr.

    DOÑA CONCEPCIÓN, asomada a la galería y mirando al jardín; después, un CRIADO y DON LORENZO.CONCEPCIÓN.-¡Esa criatura!... ¡Matilde!... ¡Matilde!... (Llamando.) No puede estar sin hacer daño. Cuando no es a las personas, es a los animales. Y si fuera una niña, tendría disculpa; todo niño es un salvaje en miniatura. Pero a su edad, ¡a los veintiséis años cumplidos!, no poder dominar ese espíritu de destrucción.Pues no puede. ¡Matilde! No me oye. Empeñada en descomunal batalla con mi pobre gatito, y persiguiéndole por todo el jardín, porque dice que se come los pajaritos. (Viniendo al primer término.) ¡Ay, qué cruz! ¿Cuándo encontraremos un ser misericordioso que se la lleve?CRIADO.-(Anunciando desde la galería.) ¡Don Lorenzo Tristán! CONCEPCIÓN.-Que entre. ¡Este hubiera podido ser el ser misericordioso que yo busco! Pero ella no quiso. Porque, eso sí, caprichosa, vanidosa y envidiosa como ninguna. (Entra DON LORENZO por la galería.) ¡Mi querido don Lorenzo!

  • af Federico Garcia Lorca
    228,95 kr.

    Pero, ¿qué voy a decir yo de la Poesía? ¿Qué voy a decir de esas nubes, de ese cielo? Mirar, mirar, mirarlas, mirarle y nada más. Comprenderás que un poeta no puede decir nada de la Poesía. Eso déjaselo a los críticos y profesores. Pero ni tú ni yo ni ningún poeta sabemos lo que es la Poesía. Aquí está: mira. Yo tengo el fuego en mis manos. Yo lo entiendo y trabajo con él perfectamente, pero no puedo hablar de él sin literatura. Yo comprendo todas las poéticas; podría hablar de ellas si no cambiara de opinión cada cinco minutos. No sé. Puede que algún día me guste la poesía mala muchísimo, como me gusta (nos gusta) hoy la música mala con locura. Quemaré el Partenón por la noche para empezar a levantarlo por la mañana y no terminarlo nunca. En mis conferencias he hablado a veces de la Poesía, pero de lo único que no puedo hablar es de mi poesía. Y no porque sea un inconsciente de lo que hago. Al contrario, si es verdad que soy poeta por la gracia de Dios -o del demonio-, también lo es que lo soy por la gracia de la técnica y del esfuerzo, y de darme cuenta en absoluto de lo que es un poema.

  • af Jose Zorrilla
    133,95 kr.

    El padre y el hijo Dicen que en una ocasión (el año no hace a la esencia del hecho) había en Palencia un tal don Juan de Alarcón. No era de Palencia el tal, mas su padre residía allí, porque allí tenía crecidísimo caudal. Gil era el nombre del padre, viudo desque Juan vivió, pues el muchacho nació dando la muerte a su madre. Adoraba el buen don Gil en su hijo, y era don Juan el mancebo más galán, más generoso y gentil que en Palencia se encontraba; siempre de amigos cercado, siempre de ellos festejado, puesto que él siempre pagaba. Ello es cierto que por más que el padre le amonestó, un libro jamás abrió ni oyó un maestro jamás. Pero en cambio era el mejor que había en todo Palencia para armar una pendencia o enmarañar un amor. Arrinconaba a un maestro tirando la espada negra, y dicen que fue a Consuegra a desafiar a un diestro, y sacándolo a reñir matóle y tomó a su dama, con lo cual creció su fama lo imposible de decir. Iba, pues, todos los días en auge, con sus extrañas y turbulentas hazañas hechas en las cercanías. Pues, aunque áspero de genio e indolente, el tal don Juan era mozo muy galán y de ventajado ingenio.

  • af Mary Wollstonecraft
    133,95 kr.

    Los males de la mujer, como los de los sectores oprimidos de la humanidad, se han de considerar necesarios por parte de sus opresores, pero seguramente hay mujeres que se atreverán a adelantarse a su tiempo y a certificar que mis bosquejos no son el engendro de una mente trastornada ni los trazos enérgicos de un corazón herido. Al escribir esta novela he preferido retratar pasiones antes que costumbres. En muchos casos, podría haber dado a las escenas un carácter más dramático si hubiera sacrificado mi objetivo principal: el deseo de mostrar el sufrimiento y la opresión, exclusivos de las mujeres, que se derivan de unas leyes y costumbres sociales partidistas. En la invención de esta historia, esta idea puso freno a mi fantasía y por ello este relato debería considerarse como la historia de la mujer, más que la de un individuo concreto. He tratado de que los sentimientos se encarnasen. En muchas obras de este tipo, al héroe se le permite comportarse como un ser mortal y convertirse en sabio, feliz y virtuoso a través de una serie de acontecimientos y circunstancias. Las heroínas, por el contrario, han de nacer inmaculadas y actuar como diosas de la sabiduría, impecables minervas nacidas de la cabeza de Júpiter.

  • af Friedrich Nietzsche
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    La voluntad de verdad, que todavía nos seducirá a correr más de un riesgo, esa famosa veracidad de la que todos los filósofos han hablado hasta ahora con veneración: ¡qué preguntas nos ha propuesto ya esa voluntad de verdad! ¡Qué extrañas, perversas, problemáticas preguntas! Es una historia ya larga, ¿y no parece, sin embargo, que apenas acaba de empezar? ¿Puede extrañar el que nosotros acabemos haciéndonos desconfiados, perdiendo la paciencia y dándonos la vuelta impacientes? ¿El que también nosotros, por nuestra parte, aprendamos de esa esfinge a preguntar? ¿Quién es propiamente el que aquí nos hace preguntas? ¿Qué cosa existente en nosotros es lo que aspira propiamente a la «verdad»? De hecho hemos estado detenidos durante largo tiempo ante la pregunta que interroga por la causa de ese querer, hasta que hemos acabado deteniéndonos del todo ante una pregunta aún más radical. Hemos preguntado por el valor de esa voluntad. Suponiendo que nosotros queramos la verdad: ¿por qué no, más bien, la noverdad? ¿Y la incertidumbre? ¿Y aun la ignorancia? El problema del valor de la verdad se plantó delante de nosotros, ¿o fuimos nosotros quienes nos plantamos delante del problema? ¿Quién de nosotros es aquí Edipo? ¿Quién Esfinge? Es éste, a lo que parece, un lugar donde se dan cita preguntas y signos de interrogación. ¿Y se creería que a nosotros quiere parecernos, en última instancia, que el problema no ha sido planteado nunca hasta ahora, que ha sido visto, afrontado, osado por vez primera por nosotros? Pues en él hay un riesgo, y acaso no exista ninguno mayor.

  • af Benito Perez Galdos
    228,95 kr.

    Sala en el palacio de Alto-Rey. El soberbio artesonado es el único vestigio de la antigua magnificencia. Las paredes desnudas; el mueblaje moderno, poco elegante; algunas piezas, ordinarias. Puerta al fondo y a la derecha. A la izquierda, ventana o balcón. Cerca de éste una mesa de escribir. A la derecha, sillón de respeto, sillas. Es de día.Escena PrimeraCirila, arreglando y limpiando los muebles; Corral, El Pocho, que entran por el fondo. Corral viste con afectación y mal gusto, ostentando brillantes gordos en la pechera, cadena de reloj muy llamativa y sortijas con piedras de valor.Pocho. ¿Dan su permiso? Cirila. Adelante. Corral. ¿No han vuelto de misa los señores? Cirila. No tardarán. (Displicente.) ¡Vaya, otra vez aquí estos moscones!5 Pocho. Otra vez, y cien más, hasta que... Corral. Perdone la señora Cirila, yo no vengo a cobrar.Cirila. Viene a fisgonear, que es peor, y a meter sus narices en las interioridades de la casa...10Corral. Ea, no despotrique, señora. Cirila. (Aparte.) ¡Farsante!Pocho. Yo no hago papeles. Vengo por el aquél de mi propio derecho. (Saca un papel y lo muestra.) El Sr. D. Pedro de Guzmán, Marqués de Alto-Rey y15 de San Esteban de Gormaz, es en deber a Francisco Muela, apodado El Pocho, la cantidad de...Cirila. Basta.

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