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La burra se ventosea al compás del paso que lleva y el abuelo que tiene un instinto musical muy desarrollado, no se queda atrás y la acompaña. Y yo montado en ella, la pico con los talones, me desternillo de risa y suelto estruendosas carcajadas.Le pasa lo de los gases desde hace muchos años. Yo aún no había nacido cuando le operaron del estómago, y, para pagar lo que costó la operación, tuvo que vender la suerte de secano, en la que cada año cultivaban el trigo. Y desde entonces se quedó sin suerte, sin trigo, y casi sin estómago. En aquel tiempo no había Seguridad Social y cada cual respondía con su peculio.El abuelo interrumpió de pronto aquel concierto exclamando: - ¡Mira, Toño, qué bonito está el barrio del Postigo! Pero cuanta hambre y necesidad caben en él- ¡Maldita sea!-, es mejor que no se vea. Por eso mirémoslo desde aquí, no se nota nada su miseria y está bien visto.
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