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Este conjunto de poemas puede parecer inconexo o inconsistente. Y en buena medida lo es: No hay unidad temática ni un esquema fijo predeterminado. Ni siquiera una voz única, dado que reúnen casi una década de trabajo en esto de escribir versos. Disparejo: Visceral a ratos, prolijo y apegado a lo formal en otros momentos. Poesía que reniega de apellidos, de los "ismos" y de las taxonomías mañosas. Poesía a secas, con las manos vacías y sin cruzar los dedos.
Este es un libro de poemas escritos en dos ciudades. Mientras trabajaba en ellos no hubo una búsqueda, un horizonte claro, se trataba sólo de hacer más llevadera la vida diaria... de los amores pasajeros con los que no necesitamos intercambiar palabra para alegrarnos el día, de la soledad, de las reflexiones a las que ella nos lleva. Luego observé que un lugar te lleva a escribir de una manera que no es posible en otro, los ritmos en los que se mueve la vida en La Paz o en Santiago también se traducen en los ritmos de la escritura. Cada ciudad tiene su manera de respirar. La introspección guiada por lo que se mueve en el mundo externo, se resuelve en el encuentro que puede darse en ambos lugares, el encuentro es el encuentro y trasciende el espacio.
La memoria seduce como una amenaza, como si detenidos en ella nos alcanzara la muerte que revolotea entre los chapoteados adioses y los cogotes de pollo de Bicéfalo. Aliteraciones, reiteraciones, versos breves, aireados y sin puntuación liberan la respiración para el baile apocalíptico con que Armando Rosselot responde a nuestro carácter fugaz, al tiempo enemigo. Sus terrores suceden a plena luz, cargando imágenes sobre imágenes, "bocas en olas" que navegan "peces entorpecidos por tráfico de moscas". Su primera persona es siempre física, en ella fluye el deseo hacia la segunda y, de paso, el lector, interpelado con la ternura de "nubes / en el regazo del cielo" y la violencia donde "hasta la arena me echa a patadas". Entre la noche llena de música de alas de José Asunción Silva y la leche amarga de Paul Celan, Rosselot usa pinceles neorrománticos y trágicos para caminar "por senderos que no eran humanos / sino que eran de antes / mucho antes" y "de todos los pasillos posibles" hasta lograr otro perfil en la perplejidad del dolor contemporáneo cuando "Afuera / todos cantan / como si nada". Enrique Winter
Y si estoy aquí, No es porque sé caminar o porque al norte Le brillan los ojos, el corazón no sabe deEsas cosas, y esta vez, yo lo he seguido...Aquí estoyY desconozco la forma en que me pasa, Podría lastimarme horas y horas, Y aunque las palomas, y aunque el trenRuidoso de mi pueblo intente despertarme, No conseguirían más que atarmeDe pies y manos, para tu memoria.Aquí estoy y me quedo.No seré nunca más el mismo.
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