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Goya siempre fue, además de pintor, un español, y fundamentalmente un aragonés. Nunca despreció su cuna ni su origen sino más bien hizo gala, a través de su arte, de sus conocimientos sobre las costumbres y tradiciones españolas. Su pasión y su amor eran España: su tierra, su sol, el buen vino, sus mujeres y por supuesto la fiesta de los toros. La tauromaquia, arte y fiesta tan española como la España misma y tan goyesca como Goya mismo: luz, belleza, estética dentro de un marco en donde la posibilidad de la muerte grotesca, transforma la valentía del torero en un acto sado masoquista en donde el espectador cambia la alegría por la angustia, la belleza por el terror y la fealdad, y la vida por el dolor y la muerte. Los toros son la fiesta nacional española, tan íntima que podría definir a Goya y a la misma España. Esa España que nace del triunfo del cristianismo absolutista sobre los moros y los judíos. Que se engrandece con la riqueza de sus colonias. Pero que con la instauración de la santa inquisición condena a su pueblo a vivir bajo el terror y la sospecha, en donde quiera que haya un deseo y transgresión por pequeña que fuera, está el pecado y la posibilidad de un castigo brutal en esta vida o el infierno. La España que después de su grandeza inicial se consume a sí misma. Y que ya para la época de Goya se ha convertido en la España del Quijote, del Lazarillo de Tormes, del Buscón, en donde los buenos años han quedado atrás y hay que defenderse con todo para soñar y poder sobrevivir. Y es en la fiesta del toro en donde el pueblo español encuentra una catarsis contra ese mundo desigual, injusto, corrupto en donde la corte decadente vive en la opulencia, el engaño y la mentira. Es en la fiesta de los toros en donde no puede haber mentira porque la valentía no se puede ocultar, se enfrenta, con belleza, arte y gracia, de igual a igual con las verdades más reales que conocemos y que son: el miedo, el dolor y la muerte. Goya era célebre por sus borracheras, y por sus amoríos con doncellas y con mujeres casadas, y además como signo distintivo de su carácter, por su afición a los toros. Muy a menudo firmaba sus cartas como "Francisco, el de los toros". Cuando joven, Goya trató de colocarse como becario en la Academia real de artes en Madrid, dos veces fue rechazado. Antes que, a él, se dio lugar a los recomendados de las provincias mayores, principalmente a los andaluces y castellanos. Y él siendo un aragonés sin influencias en la corte, un desconocido sin obra, palurdo e ignorante, a pesar de sus recias raíces nacionales, no pudo obtener colocación alguna. Entonces para sobrevivir se aseguró una cierta cantidad de dinero lidiando toros en ruedos provincianos. Ya octogenario, Goya seguía haciendo alarde de su conocimiento de la fiesta taurina, de su erudición en materia de toros, toreros y plazas; y además se jactaba de ser todavía capaz de dar pases al toro más pintado, lo que dice bastante de su temperamento y personalidad. En las siguientes páginas podrás observar la serie de La tauromaquia que consta de 33 grabados que Francisco de Goya, publicó en 1816. Estas obras fueron elaboradas con lentitud, sin un plan concreto. También observarás las obras de la serie de Los toros de Burdeos elaboradas durante 1824 y 1825 en la ciudad francesa de Burdeos. A diferencia de La tauromaquia, estas obras reflejan las corridas de toros profesionales y los lances de toreros conocidos, junto a los lidiadores, se refleja la brutalización colectiva de la masa. Se encuentran también varias obras de Goya en donde el tema es la tauromaquia.
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