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La extracción de ADN de los huesos de nuestros ancestros ha permitido resolver importantes controversias sobre la prehistoria, hasta el punto de cambiar su interpretación. Hoy en día puede extraerse y analizarse ADN antiguo y, en buena medida gracias a las aportaciones del propio David Reich, se ha puesto de manifiesto que la genómica es tan relevante como la arqueología o la lingüística a la hora de estudiar las poblaciones del pasado. En Quiénes somos y cómo hemos llegado hasta aquí, Reich nos enseña que el genoma humano, además de aportar toda la información que necesita un óvulo humano fertilizado para desarrollarse, contiene en sí mismo la historia de nuestra especie. La revolución de la genómica y del ADN antiguo está transformando lo que sabemos sobre el linaje de los humanos y, según nos explica Reich, los estudios de ADN revelan una larga historia de desigualdad entre poblaciones distintas, así como entre ambos sexos y entre individuos de una misma población. Esta obra desmiente la interpretación ortodoxa de que no hay diferencias biológicas relevantes entre poblaciones humanas y, al mismo tiempo, utiliza los sólidos datos de la genómica para ilustrar la improbabilidad de que las diferencias, que sí existen, se correspondan con los estereotipos de siempre.
En las últimas décadas las democracias de todo el mundo han acusado cierto anquilosamiento. Muchas veces la ley y la política se perciben como ajenas y las cámaras legislativas, congresos y parlamentos, tienen dificultades para lograr consensos. Además, a menudo los tribunales anulan las decisiones tomadas por los representantes electos. Ante la ausencia de líderes políticos competentes, se ha tendido a recurrir a los tribunales para resolver cuestiones políticas y morales. Sin embargo, los fallos que puedan emitir los tribunales supremos de países democráticos, o el propio Tribunal de Estrasburgo, solo permiten zanjar provisionalmente los debates abiertos, pues las sentencias no apaciguan la división social ni las posiciones encontradas que generan estos debates. Más bien al contrario, la ausencia de responsabilidad democrática de los jueces conduce a la radicalización. Y, en particular, la extralimitación de los jueces, cuando lo que está en juego son los derechos humanos, no puede compensar las deficiencias de la política.
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