Bag om Cuentos De Inquietud
Lo conocimos en aquellos días inciertos en que nos con¬formábamos con poder conservar nuestra vida y nuestra hacienda. Ninguno de nosotros, creo, disfruta ahora de hacienda alguna, y tengo entendido que muchos, por te¬merarios, perdieron la vida; mas estoy seguro de que los escasos sobrevivientes no son tan miopes que no acierten a discernir, en la dudosa exactitud de los periódicos, las noticias de las diversas rebeliones de indígenas ocurridas en el Archipiélago Oriental. Entre las líneas de aquellos bre¬ves párrafos brilla el sol y se percibe el destello del mar. Un nombre extraño aviva nuestros recuerdos; las frases im¬presas perfuman ligeramente la humosa atmósfera de la épo¬ca con la fragancia penetrante y sutil de una brisa costera que alentase bajo las estrellas de pretéritas noches; un fue¬go de señales brilla como una joya sobre la frente erguida de una sombría colina; enormes árboles, centinelas avanza-dos de bosques inmensos, levántanse, vigilantes e inmóviles, sobre dormidos estuarios; una línea de blanca resaca re¬tumba contra una playa desolada, mientras las aguas, poco profundas, espuman en los arrecifes; y sobre la superficie de un mar luminoso, salpicados en la calma del mediodía, se extienden verdes islotes, como un puñado de esmeraldas en el acero de un escudo.
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