Bag om Los 39 Escalones
Aquella tarde de mayo, hacia las tres, volví de la City bastante hastiado de la vida. Hacía tres meses que me encontraba en la madre patria, y ya estaba harto de ella. Si un año antes me hubieran dicho que me sentiría así, no me lo habría creído; pero así era. La lluvia me ponía de malhumor, el lenguaje del inglés corriente me ponía enfermo, no podía hacer bastante ejercicio, y las diversidades de Londres me parecían tan insulsas como una gaseosa dejada mucho tiempo al sol. «Richard Hannay ¿me decía a mí mismo una y otra vez ¿, has caído en una zanja, amigo mío, y será mejor que te des prisa en salir.» Me mordía los labios sólo de pensar en todos los planes que había hecho durante los últimos años pasados en Buluwayo. Fueron muchos; no extraordinarios, pero sí lo bastante buenos para mí; y había imaginado gran cantidad de medios para divertirme. Mi padre me sacó de Escocia a los seis años, y no había estado en casa desde entonces, de modo que Inglaterra me parecía un cuento de Las mil y una noches, y mi intención era quedarme allí hasta el fin de mis días.
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